miércoles, 29 de junio de 2011

La historia de Jimmy Butler

ESPN


Mientras Jimmy Butler estiraba la camiseta número 21 de los Bulls, la franquicia que lo eligió con el pick número 30 del Draft, había una persona fuera de escena que no paraba de llorar.

"Ha sido un largo camino. Como pueden ver, no puedo parar de llorar", repetía una y otra vez Michelle Lambert, mientras se secaba las lágrimas.

Butler es su hijo. No salió de su vientre, pero en todos los demás órdenes es su hijo. Ese hijo por el que se preocupa, por el que se pone triste, por el que ríe.

Por el que derrama lágrimas de emoción cuando hace falta.

La historia de Jimmy es triste desde sus comienzos. Creció con un padre ausente, pero a diferencia de muchos chicos afortunados, su madre fue, quizás, la más cruel de sus progenitores.

"No me gusta esa mirada, vete de una vez", le dijo a Butler cuando era sólo un niño de 13 años de edad.

Jimmy nunca supo las razones concretas de por qué su madre tomó una determinación semejante.

A la edad en que los chicos están en el colegio, juegan con sus amigos, conocen su primera chica, Jimmy era un joven sin hogar. El frío de la calle mezclado con la tristeza de saberse rechazado, generaron en este pequeño un corazón y un temple de acero.

La vida se escribe derecho sobre renglones torcidos, y las vueltas, el tiempo y las circunstancias, hacen que todo, tarde o temprano, coloque a cada uno en su lugar.

Con la desesperación a cuentas, Jimmy buscó asilo en las casas de sus amigos. De un lado a otro, recibía el afecto de sus pares y de sus familias, pero no podían tenerlo por mucho tiempo. Era rebotar de un lugar a otro, vivir con la lógica del motel: una noche en cada lugar siendo un don nadie, sintiendo que cada espacio no era nunca su espacio.

Así fue durante sus primeros tres años en Tomball High School.

Entonces, un día, Jordan Leslie llegó a su vida.

Butler estaba la calle cuando Leslie lo conoció. Lo desafió a un torneo de triples en una cancha de playground a sólo pasos de la casa de los Lambert. Y a partir de ese momento se hicieron grandes amigos.

De inmadiato, Leslie supo qué era lo que pasaba con Butler. Luego de que el padre de uno de sus amigos necesitara la cama que tenía destinada para él, para dársela a un conocido, Jimmy estaba nuevamente por su cuenta. Leslie supo que no tenía muchas más formas de ayudarlo que lo que finalmente hizo: decidió llevarlo a su casa, al menos para darle el asilo que diariamente recibía Butler. Un lugar para dormir, una comida, el trato mínimo que merece un ser humano. El único trato que puede recibir un niño.

dicho, fue de bien abajo hasta llegar a la cima. Como cuenta Chad Ford, periodista de ESPN.com, Buzz Williams lo tuvo casi todo su año de Sophomore en el banco.

"Nunca fui tan duro con un jugador como fui con Jimmy. Fui así porque él no sabía lo bueno que podía ser. Le dijeron toda su vida que no podía ser bueno. Lo que veía era un muchacho que podía ser un impacto en nuestro equipo de muchas maneras", le dijo Williams a Ford.

Promedió sólo 5.6 puntos en algo menos de 20 minutos por juego para Golden Eagles, pero en su año de senior dio el salto que todos esperaban: 15.7 unidades por aparición, pero algo más importante: luchaba cada balón como si fuera el último, besaba el piso en cada pelota dividida, tenía el alma de un león. Había ganado la confianza. Tenía temperamento. Había convertido la frustración en emoción, la debilidad en fortaleza, la timidez en extroversión. Atacaba muy bien, pero también defendía con la atención de un guardaespaldas presidencial.

Había desarrollado el carácter de un ganador.


"Nunca tuve nada", le dijo Butler a los medios de Chicago en una teleconferencia. "Mi niñez me hizo duro, me hizo entender cómo debo tratar a la gente".

Todo lo que había sufrido de pequeño, la inestabilidad que había tenido, la equilibró con la disciplina de Marquette. Cuando llegaba en el verano, se levantaba a las seis de la mañana para ir a ver a sus hermanos jugar partidos de fútbol, a veces cuatro o cinco juegos seguidos. La edad de los chicos Lambert oscila entre los 5 y los 23 años.

"Esta es mi familia", le dijo al Chicago Sun Times. "Los apoyo como ellos lo hacen conmigo. Si tengo un partido a las 4.45 a.m, estarán para verme jugar. No tengo tanto tiempo para verlos porque estoy muy ocupado con el básquetbol. Cuando tengo una chance de hacerlo, no me importa si tengo que estar toda la noche para verlos".

Butler cerró recientemente su página de Facebook porque no quiere que nadie le tenga lástima. Siente que su niñez es lo que le tocó vivir y que cualquiera hubiese hecho lo mismo en su lugar.

En el aeropuerto de Houston hacia Chicago, Butler recibió un mensaje de texto de Derrick Rose: "Me envió un SMS cuando estaba listo para venir hacia aquí", dijo Butler durante su conferencia de prensa introductoria el lunes por la tarde en el Berto Center. "Y dijo, 'Felicitaciones. Bienvenido. Podrías venir esta noche para cenar y conocernos'. Y eso fue todo", agregó.

"Fuimos a su casa y vimos los BET Awards, la mayor parte", dijo Butler. "Y sólo hablamos de básquetbol y de mi vida".

Vaya si habrán tenido cosas para hablar. Rose y Butler tienen una persona en común: Randall Hampton, uno de los amigos más cercanos de Rose, jugó con Butler en Tyler (Texas) junior college. "Fue mi base armador de junior college. Le hablé a Randall siempre desde que fui al junior college y quedé en Marquette. Ha sido uno de mis mejores amigos a través del proceso. Y será siempre uno de mis compañeros, es como un hermano para mí", dijo Jimmy.

Esa fortaleza mental, ese espíritu de superación, esa forma de ganarle a la adversidad es lo que sedujo a Tom Thibodeau para darle una chance de progreso en estos jóvenes Bulls en desarrollo.

En pocas semanas, Jimmy recibirá su diploma de comunicación. Y nuevamente, las lágrimas de Michelle Lambert tendrán su razón de ser.

Nacer, vivir y crecer de golpe.

Esa es la historia de vida de Jimmy Butler.

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