martes, 7 de septiembre de 2010

El precóz talento para la velocidad



EL UNIVERSAL

Antes de su fallecimiento en 1971 se le llegó a ubicar como el mejor piloto de carreras en el mundo.

Referencia obligada del automovilismo deportivo, porque junto a su hermano menor, representaron lo que era llevar a México en el corazón en competencias internacionales. Tal fue su compromiso que Pedro y Ricardo Rodríguez dejaron la vida en las pistas como muestra de su entrega y pundonor. No importaba el tamaño del desafío, la encomienda era ser los primeros.

Hablemos de Pedro, el mayor de los hermanos, el único mexicano con triunfos en la máxima categoría del automovilismo deportivo mundial, la Fórmula Uno.
Por cuestiones del destino Pedro tuvo una trayectoria más extensa que Ricardo, quien tuvo un fallecimiento prematuro, pero no por ello una carrera menos exitosa e importante que la de su hermano mayor.
La vocación de Pedro por estar al frente del volante le vino a los seis años, cuando a escondidas de sus padres y con la complicidad de Ricardo, sacaba del garaje el coche de su madre, doña Conchita.
Poco antes de cumplir 10 años y con el boom del inicio de la Fórmula Uno, don Pedro inculcó en sus hijos el gusto por las competencias en bicicleta. Aquí empezó todo, y vino su primer éxito, el campeonato nacional de ciclismo organizado por el diario Esto y las Academias García Valseca a inicios de la década de 1950.
Momento crucial para Pedro fue el obsequio de una motocicleta y la celebración de la Carrera Panamericana, el gusto por la velocidad tomaba mejor forma. En 1952, Pedro empezó a competir en motocicletas y los triunfos a la par. Mientras tanto seguía con la curiosidad de manejar el coche de su madre, por si fuera poco asistía a las competencias de arrancones que se celebraban de manera clandestina por las noches en la colonia Polanco.
Los resultados positivos en las motos continuaban, pero urgía dar el siguiente paso, los autos de carreras. Pero al no pertenecer a una familia de abolengo, don Pedro encontró dificultades para que su hijo ingresara en algún club; no obstante, cuando hay talento no hay imposibles.

En su debut en los autos, ocurrido en febrero de 1955 en el Premio Constitución en Puebla, Pedro, a bordo de un Jaguar XK120, ganó la competencia en su clase. Aunque el ser menor de edad le complicaba las cosas para conducir, además los problemas propios de la adolescencia obligaron a que su padre lo mandara a estudiar a una academia militarizada en Estados Unidos, mientras Ricardo seguía participando en eventos de motos y autos.
A su regreso de Estados Unidos y tras la experiencia de acudir a las 500 Millas de Indianápolis, Pedro le exigió a su papá volver a correr autos. Pedro regresó a las competencias con el Corvette de su padre para la carrera del Jubileo 350 de Torreón, y unos días después el debut internacional en Riverside, California. Para fortuna de Pedro y su hermano, el padre de ambos se vio beneficiado por sus negocios y pudo sacar adelante los gastos.
Y aunque el de los triunfos en Riverside fue Ricardo, la gesta de los hermanos Rodríguez comenzó a escribirse, su popularidad se incrementó de pronto en México y con ello la leyenda.

El 21 de junio de 1958, vino la primera incursión de Pedro en las 24 Horas de Le Mans con un Ferrari 500TR, en donde hizo equipo con José Behra. Terminaron en el quinto puesto de la Clase Sport -2 litros. Tardó un poco, pero después de muchos intentos logró llevarse la bandera a cuadros de esta mítica carrera el 28 de septiembre de 1968, a bordo de un Ford GT40, haciendo mancuerna con el piloto belga Lucien Bianchi. Éste, sin duda, fue uno de los más grandes logros de Pedro en la historia del deporte mexicano.

El 1 de noviembre de 1962, a Pedro Rodríguez le fue arrebatada una parte de su vida con el fallecimiento de su amado hermano Ricardo —de apenas 20 años de edad y con un futuro impresionante—, durante las sesiones de práctica vespertinas del Gran Premio de México al estrellarse su Lotus en el riel de la curva peraltada.
Por un momento pensó en el retiro al jurarle a su madre que no volvería a subirse a un auto de carreras, pero a inicios de 1963 regresó y consiguió la victoria en la Continental de 3 Horas, celebrada en el Daytona International Speedway, circuito en el que por cierto una curva lleva su nombre.
Con la madurez propiciada por la muerte de Ricardo, Pedro recobró nuevos bríos y emprendió su carrera con participaciones esporádicas en la Fórmula Uno.

En su novena carrera en la máxima categoría del automovilismo mundial, Pedro se subió a lo más alto del podio en la carrera inaugural de la temporada de 1967, en el Gran Premio de Sudáfrica que se celebró en el circuito Kyalami. Su segunda bandera a cuadros en la Fórmula Uno se presentó en el legendario circuito belga de Spa-Francorchamps, el 7 de junio de 1970, durante la cuarta fecha del campeonato.
En ese año, Pedro firmó contrato con Wyer-Gulf-Porsche, con el cual conquistó el campeonato dos años al hilo con el Porsche 917.
Nuevamente el destino y las ganas de trascender le traerían a la familia Rodríguez una pena. El 11 de julio de 1971 en una carrera de la interserie en Nuremberg, Alemania, Pedro perecería en plena competencia en un escalofriante accidente a bordo de un Ferrari en la cima de su carrera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario