lunes, 9 de mayo de 2011

América es... el negrito en el arroz



MILENIO


Cuando se promete demasiado a una afición siempre exigente, demandante de triunfos, éxitos y títulos, se corre el riesgo de, cuando menos, quedar mal a cuenta de la palabra empeñada. Carlos Reinoso prometió laureles a su arribo al banquillo del América y este semestre no logrará ninguno de los dos que se proponía.

Primero. En la Copa Santander Libertadores fue eliminado el martes 3 en La Corregidora de Querétaro por Santos de Brasil, víctima de su empeño en que el Ame (así le dice Reinoso) va por todas siempre; el plantel y sus alcances le demostrarían que no, que hasta las Águilas, como cualquier equipo profesional, debe saber elegir a tiempo a cuál competencia dedicarse de fondo, a riesgo de sólo quedarse con la palabra en la mano.

El Maestro (así le dicen sus seguidores) vendió hacia fuera la idea de que la Libertadores y la Liga eran posibles, con él todo era posible, todo era ganable, pero lo malo fue que al interior del grupo también se lo creyeron. Ahí está su obra: el fracaso.

Segundo. El de anoche, ante Monarcas Morelia en la vuelta de los cuartos de final del Torneo Clausura 2011 debe ser el peor partido que se le ha visto al América en esta era, fue un equipo, luego de sus buenos veintitantos minutos de arranque, desastroso. Si alguna vez hubo un plan de ataque, construcción de jugadas y defensa, todo ello se quedó en el Ipad de Reinoso, porque el deseo de lograr una remontada no pasó de eso, un deseo atrapado en un chip, que pudo ser real luego del 0-1 (2-2) obra de Diego Reyes, al minuto 4, cuando el equipo de casa todavía no abría los ojos, en el que sería el partido más importante que recientemente han jugado los dirigidos por un espléndido Tomás Boy.

Monarcas acabó paseando la pelota delante de los defensas americanista, extraviados, confundidos, incapaces de frenar a Joao Rojas Elías Hernández, Rafael Márquez… todos los michoacanos convertidos en un polvorín que se prendió a tiempo sabiendo que a las Águilas no se les puede simplemente ganar, hay que aplastarlas, humillarlas cada que se pueda y en Liguilla mucho más, porque siempre quedarán secuelas.

Así lo hicieron los Monarcas, humillaron, aplastaron, y el gesto del Jefe Boy al final del encuentro lo demuestra, fue mejor en el banquillo y su equipo, un justísimo semifinalista, mucho más en la cancha que el rival.

Al minuto 31 Joao Rojas atravesó una espada en el pecho azulcrema haciendo una losa nuevamente el marcador (global 3-2) y Rafael Márquez, en una versión inédita este torneo –goleador y solidario, dos caras que en un delantero no se suelen mezclar-, pondría por la vía del penal (4-2) a Monarcas en el sitio que se ganó desde su tercer sitio en la tabla y confirmó en la ida; otro tanto de Joao Rojas haría del juego una burla al 60 (5-3), el de Matías Vuoso no sería ni otro tanto para el decoroso, cuando el 65 empujó a la brava un balón que sorprendió a un poste al portero Federico Vilar en el Estadio Morelos. Esa es la realidad de América, un equipo que de tan grande que es del mismo tamaño elabora sus fracasos; y hoy, con Cruz Azul, Chivas y Pumas en semifinales, no habrá motivo para extrañarle.

No se le extrañará porque, a diferencia de Pumas, Chivas y Cruz Azul, las Águilas nunca encontraron un estilo, pues palotazos no es sello, es carencia.

Comentario arbitral

El arbitraje de Marco Rodríguez fue inconsistente, exagerando en sacar las tarjetas amarillas demasiado temprano y después fue demasiado permisivo. Dudoso el penal cometido por Layún y, posteriormente, en una cámara húngara en el área de Monarcas con el balón juego, Lucio le tira una patada a Vuoso y de forma comodina reanuda con falta a favor de Monarcas. Tendría que demostrar mucho más su jerarquía.

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