martes, 14 de febrero de 2012

Spínola corta rabo al astado de obsequio

EL PUEBLO

Fermín Spínola cambió la historia de la tarde en la Plaza México. Poco importaron los jalones y empellones mientras se enfilaba al patio de cuadrillas para salir del coso, pues iba a hombros, entre gritos de “torero, torero”.
Entre los tirones, Fermín sonreía, muestra de su satisfacción tras cortar un rabo, el 127 en la historia de la Monumental de Insurgentes y tercero en la actual Temporada Grande.

El mexiquense rubricó un triunfo rotundo ante un toro de regalo de Los Encinos y compartió la salida en volandas con el rejoneador español Pablo Hermoso de Mendoza, quien obtuvo un par de apéndices. Eduardo Martínez Urquidi, propietario de la ganadería, también remontó la tarde y presume ya dos rabos cortados en la actual campaña, el de Fermín y el que Diego Silveti le arrancó a Charro Cantor el pasado 11 de diciembre.

Spínola reaparecía en el coso capitalino. Se le vio en torero, valentísimo ante el violento lote de La Soledad que le correspondió en suerte.

El fogueo español de meses recientes fue más que evidente. Se embraguetó con su primer enemigo, sin espantadas frente a los peligrosos derrotes que el ejemplar tiraba en cada embestida. Se puso de pie, luego de un fuerte arropón, para pegar muletazos por alto y un par de dosantinas.

Erró al primer viaje con la espada e, incomprensiblemente, la afición no lo llamó a saludar al tercio. El astado que enfrentó en segundo lugar no ofrecía mayores garantías. Era de embestida descompuesta, como el resto de sus hermanos, condición que se acentuó con la vuelta de campana que se dio en el tercio de capa.

El subalterno Jorge Mirafuentes casi resulta corneado tras salir de un par de banderillas, fue el mismo Spínola quien le hizo el quite y después, con firmeza, le plantó cara al complicado enemigo. Lo pasaportó en medio de la ventisca y la inminente lluvia.

Insatisfecho, Fermín anunció el regalo. Entonces cambió la historia. Salió por la puerta de toriles, Príncipe, de Los Encinos, hierro propiedad de Eduardo Martínez Urquidi. Lució Fermín con el capote, toreó por mandiles, se encargó de llevar al burel al caballo por chicuelinas andantes y quitó por fregolinas.

También en el de obsequió evitó oficiar con las banderillas. El toro fue a más, Fermín lo entendió y aprovechó a cabalidad. Metió la cabeza con codicia y el diestro le bajó la mano en derechazos largos y templados, de gran calado entre los aficionados. La calidad en la embestida de Príncipe, noble y repetidor, permitió que el diestro dibujara el toreo en redondo, artístico, clásico, de sentimiento, cuajó una faena rotunda, de maestro. En medio de la efervescencia, el público pedía el indulto para un toro que hacia el final de la faena regateaba las acometidas y se terciaba. Fermín no sucumbió a la tentación. Se tiró a matar con toda verdad, la misma con la que firmó su rotundo regreso a la Plaza México, partió al astado, cuyos despojos fueron premiados con la vuelta al ruedo, y se convirtió en actor principal del festejo.

En maestro, Hermoso de Mendoza se repuso a las condiciones adversas de la cita dominical y cortó dos orejas. Por encima de sus enemigos, con el par de trofeos se ratificó como consentido de la Monumental por otra temporada.

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