jueves, 23 de febrero de 2012

Javier Inzunza, un pequeño con gran corazón

EL HERALDO
Mide apenas 1.68 metros, pero eso no le ha impedido llegar lejos dentro del basquetbol, pues su corazón y más que nada su actitud, han sido determinantes para continuar una brillante carrera en el deporte ráfaga, pero para llegar a ser lo que es hoy, tuvo que pasar muchas dificultades, muertes cercanas, rebeldía, malas influencias y la empatía de su propia familia.

 Javier Humberto Inzunza Gil nació hace 24 años en la ciudad de Navolato, Sinaloa, y desde pequeño tuvo una excelente educación, un buen colegio en la primaria y escuela digna en la secundaria, siempre contando con el apoyo de toda su familia: su madre, sus abuelos y todos sus tíos, a quienes siempre vio también como figuras paternas.
"Yo tuve como 6 mamás y 6 papás: mi mamá, que siempre me cuidó; mis abuelos que me apoyaban en todo y todos mis tíos, hermanos de mi mamá, ellos eran como mis papás también; mi hermano y yo como que siempre éramos los consentidos por todos, y contamos con una buena educación, nada de malas palabras, de andar afuera a deshoras, cosas así, tuve una buena infancia", manifestó el más pequeño del plantel dorado. Llegó el momento de entrar al nivel medio superior y el Cbtis fue la mejor opción para él, aunque tenía que trasladarse media hora a la capital, a Culiacán, para poder estudiar, y con unos cuantos amigos hacía la travesía diariamente, lo que finalmente no fue tan bueno en su vida, pues ahí fue donde comenzó la rebeldía. "Cuando estaba en tercero de prepa en el Cbtis, mi bisabuela, que lo era todo para mí, falleció, y con ello llegó mi rebeldía, comencé a tener malas influencias, yo practicaba 4 deportes: basquetbol, beisbol, futbol y hockey en patines, además también estaba en danza, pero nunca fui a Olimpiadas Nacionales ni nada de eso, los practicaba, pero no era una estrella", dijo. Al no andar en el mejor camino, Inzunza perdió el último año de la preparatoria, y tuvo que ser cambiado a una escuela particular para terminar, y de ahí se fue al Tecnológico de Culiacán, donde también perdió el primer semestre porque su actitud seguía siendo negativa, hasta que llegó un día en que él mismo pensó que no andaba en buenos pasos y tenía que hacer algo con su vida para cambiarlo.

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