miércoles, 27 de abril de 2011

Chivas, herencia o abandono

ESPN





LOS ÁNGELES. Podría parecer la ruta de un Mesías. En cierta medida lo es. Llegó cuando más se le necesitaba. Y se va, o puede irse, cuando más se le necesita.

No se mal interprete: Jorge Vergara está muy lejos de levantar su botella rellena de ordinaria agua y ordinario polvito color naranja de Omnilife, como un Mosiés su báculo, para separar las aguas del tempestuoso Mar Rojo.

Lo único en común entre Moisés y Vergara es que ninguno usa calcetines.

Así pues, el mesiánico personaje de Chivas es totalmente terrenal, humano y sin causas ni cargas divinas a cuestas.

Pero, la verdad es que llegó a Chivas cuando más se le necesitaba. Y se va, o puede irse, de Chivas, cuando más le necesita.

Vergara es un hombre de contradicciones, que son las siamesas maquilladas de la mentira.

Hace unos meses dijo que tenía ofertas de EEUU, Europa y Asia para vender a Chivas. Y explicó que no pensaba negociar a ningún precio, porque el Rebaño no "me pertenece a mí, sino a la afición".

Hoy dice que no es así, que nunca ha tenido ninguna oferta, y que no piensa deshacerse del Guadalajara.

No es la primera vez que Vergara arrulla a la contradicción, para tratar de que la confundan con su siamesa: la mentira.

Lo hizo en el caso del Saprissa, de Sven Goran Eriksson, de Omar Bravo, de los patrocinios del Estadio Omnilife, de los patrocinios mismos de la camiseta, a la cual limpió primero, para después encarecerla y tapizarla de nuevo de anunciantes como poste del centro de cualquier capital mexicana.

El tema resurge por ansiedad, capricho y venganza del hombre más rico de México, y algunos días el más rico del mundo, y hasta por instantes del universo: Carlos Slim.

El magnate mexicano se gastó 450 millones de pesos, unos 40 millones de dólares, en comprar el 95 por ciento de la deuda de Jorge Vergara por la construcción del Estadio Omnilife, y lo hizo a través de Inbursa.

Esto no lo convierte en dueño de nada, más que, estrictamente, de esos casi 40 millones de dólares, pero a la vez, esos documentos se convierten en la llave maestra para entrar a la casa de Jorge Vergara por la puerta descuidada del traspatio.

Primero, Vergara dijo estar tranquilo porque esos documentos estaban "en manos de un amigo", porque, aunque no lo acepte, esa deuda estaba al alcance de cualquiera, incluso, por supuesto, de algún siniestro interesado, y si usted sospecha que la referencia es hacia Azcárraga Jean o algún prestanombres suyo vinculado a Televisa, usted es un mal pensado maquiavélico.

Ahora, Vergara dice que no conoce a Slim. Y Slim, en ese afán de fingir demencia, si se le pregunta por Vergara, querrá saber si se le inquiere acerca de nuestra Sofía y no de su Jorge.

Vergara, en su recorrido como propietario de Chivas ha cometido yerros, sin duda, pero, también, fundamentalmente, conquistó sus propios Everest.

Tal vez, el mejor aporte fue impedir que Chivas cayera en manos de Televisa, es decir, en manos del América, es decir, en manos de su verdugo.

Hay que recordar que un hombre emblemático de Chivas, Aurelio Martínez, jugador, directivo y accionista, estuvo pujando por administrar al Guadalajara respaldado y asesorado por abogados de Televisa, en una versión moderna de Judas.

El desacato era aún mayúsculo si se toma en cuenta que Aurelio era hijo de Clodomiro Martínez, un hombre que fue piedra angular en el desarrollo de Chivas.

En aquella ocasión Salvador Martínez Garza, regiomontano, pero apasionado irredento del Guadalajara, potentado propietario de Mexlub, superó la batalla y administró al equipo.

Nueve años y medio después, en bancarrota casi, Martínez Garza buscaba regresar a Chivas a los accionistas, quienes, era claro, no tenían capital financiero, intelectual ni logístico, para recibir a un equipo que reclamaba terapia intensiva.

Y llovían ofertas para heredar al moribundo que ya tenía la frazada rojiblanca sobre un cuerpo que aún se movía por los estertores de pánico.

Jorge Vergara llega con una fantasiosa suma de 120 millones de dólares a comprar las acciones del equipo y los poseedores de los papelitos venden, sólo unos cuantos se niegan a hacerlo.

"Si en ese momento los accionistas me hubieran exigido que pagara todo de golpe, habría tenido que abandonar todo", reconocería después Vergara, pagando finalmente en mensualidades la cifra acordada.

En esa ocasión, Televisa se quedó, nuevamente, frotándose las manos en tratar de convertir a Chivas y América en sus hijos, en una versión moderna, sin saber, al paso del tiempo, quien sería Caín y quien Abel.

"Sí, hubo interés, pero porque creíamos que era nuestra obligación ayudar a uno de los dos equipos más populares de México", reconoció después Javier Pérez Teuffer, ex presidente del América.

Por eso, vale la pena recalcar: Vergara llegó cuando más se le necesitaba. Y se va, o puede irse, cuando más se le necesita.

Slim tiene algo en común con Vergara: tampoco es fanático de Chivas. Más bien lo es de los dólares. Su daltonismo ambicioso y financiero no tiene nada que ver con camisetas rojiblancas sino con billetes verdes, que en la jerga universal se llaman dólares.

Es sabida la guerra entre Televisa, Tv Azteca y Slim. El empresario recortó sus anuncios en las televisoras.

Los números son claros: Slim pierde cerca de nueve millones de dólares en impacto, pero, su ahorro es de 150 millones de dólares. Cualquiera entiende así que es un negocio dejar de anunciarse, pero como todo producto, Telmex y Telcel necesitan de pasarelas.

Dueño de más de 200 empresas, el Grupo Carso, de Slim, es más poderoso financieramente que Televisa.

Para citar un ejemplo clásico: Slim puede sentarse a cenar 12 pollos y en la mesa de Azcárraga Jean sólo habrá uno. Así de grande es la indiferencia.

Ahora, Slim contempla una batalla en todos los terrenos. Tiene, cuentan, empeñada la palabra del actual ejecutivo mexicano, de, antes de ser exiliado por las leyes no escritas de la política mexicana, entregarle al billonario (en dólares) un canal abierto de televisión.

Si Slim cumple su plan maestro, dominaría al telefonía en México, obtendría una plataforma para ir de tú a tú con sus enemigos del momento, y además apoderarse del pectoral de la camiseta más vendida en México: la de Chivas.

Sí, esa pregunta que tiene Usted cosquilleándole la lengua, tiene respuesta, pero no le va a gustar: y el equipo qué, y el futbol qué y la afición qué.

Son parte de los medios manoseados que son justificados por el fin.

Queda claro que Slim tendría que respetar al esencia mexicanista de Chivas, seguir con el armazón de fuerzas básicas, mantener la filosofía de futbol espectacular que parece retomar, y por eso, sin duda, no habría necesidad de hacer pública la transferencia de poder en Chivas.

Los rumores son un mecanismo poderoso e intenso para lanzar alertas.

En tiempos de crisis, cuando Chivas parecía perder el control financiero incluso, súbitamente, Omnilife anuncia la compra de un avión por 48 millones de dólares en agosto de 2010. Se dice que el capital para la excéntrica compra, para la extravagante adquisición, tiene el respaldo de Angélica Fuentes, consorte de Vergara, pero según algunas versiones, es un adelanto de las negociaciones con Slim.

Pero, ojo, hay una cifra peligrosa. Omnilife asegura que factura ventas por casi mil millones de dólares por año, lo que la colocaría entre las 200 empresas más poderosas de México. De ser totalmente ciertas semejantes cantidades, aún con la reducción de salarios, comisiones y producción, el neto rebasaría cualquier preocupación financiera de Vergara.

Por eso, al margen de que parezcan contradictorias las cifras, en un espejismo como México, donde nada es verdad y nada es mentira, es preferible que Usted disponga de todos los elementos para sus propias conclusiones.

El tiempo determinará si Vergara dice la verdad hoy, aunque parezca mentira mañana, o, si a final de cuentas todo termina en una sociedad, poderosa sin duda, contra un enemigo común: Azcárraga Jean, Televisa y América.

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