
Omar Carrillo
CIUDAD DE MÉXICO, México, Mayo 12, 2009.- En un torneo mediocre, lleno de equipos con futbol mediocre, la final no podía ser de otra manera. Cruz Azul, pobre de ideas y de espíritu viajó a Cancún con ganas de dejar pasar los minutos y olvidar un campaña de pesadilla sin luchar y muerto a la mitad del camino. Los Potros son los menos culpables de todo y sólo hicieron valer el 2-0 de la ida del 22 de abril en el Azul y será el representante de la zona en el Mundial de Clubes en Abu Dhabi en diciembre próximo.El partido inició lento y con pausas futbolísticas palpables con unos celestes indecisos, oscuros, terribles y unos azulgrana con la posesión del balón, pero sin profundidad y siempre conscientes de sus dos goles de ventaja. La fórmula fue sencilla. Tenía ventaja anímica y la reflejó en el campo de juego.El juego se hizo entrecortado, torpe por momentos, y en el primer tiempo se enseñaron seis tarjetas amarillas, cuatro por los atlantistas y dos por los azules, demasiadas pausas para un buen juego.Pero el partido fue cobrando calor y los espacios aparecieron hacía el final de la primera mitad, más por accidente que por lo que se veía en la cancha, ése fue el mejor momento del encuentro. Atlante tuvo un par de chances por conducto de Fernando Navarro y Luis Gabriel Rey, mientras La Máquina hizo lo propio a través de Alejandro Vela, Julio Domínguez y Cristian Riveros. Pero para la segunda mitad, el duelo ya no tuvo mucho que contar. Fue como ver una mala película cuadro por cuadro. El que debía hacer el esfuerzo, La Máquina, no lo hizo. Dejó correr el balón y los minutos sin mostrar el espíritu que un grande debe enseñar aunque esté en el fondo del más oscuro y triste abismo. O como debe enfrentar un grupo su tercera final en un año futbolístico.Los azulgrana, ya con el trofeo en las alforjas, simplemente aguantaron lo poco que les envío Cruz Azul. No había que hacer más. Fue un trámite opaco, pero necesario para al final de 180 minutos poder decir que son unos Potros mundialistas.
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