
SAN SALVADOR, El Salvador, Junio 6, 2006.- Le tocó a Hugo Sánchez, después a Sven Goran Eriksson y ahora lo ha sufrido Javier Aguirre.
El Tri tiene una epidemia de juego desarticulado, inexpresivo, insípido. Escaso de orden y de intensidad.
Es cierto que el árbitro, Walter Quesada, terminó de darle la estocada al Tri con dos decisiones erradas en un juego donde la mediocridad fue de los dos equipos, pero los tres puntos de El Salvador.
Y es que las explicaciones sobre el juego del equipo nacional en el último par de años son muchas y sobran. Se acusó a Hugo de un esquema desarticulado, cuando no inexistente, y a Eriksson de desconocimiento del medio mexicano.
Ahora podemos argumentar que es el primer encuentro de Aguirre y que la falta de ritmo, de coordinación, la inexactitud en los pases y en los tiempos sobre el Cuscatlán, más allá del resultado, fueron producto de la inactividad de la mayoría de los jugadores en la que en algunos casos superó los 40 días sin ver acción en un partido y el poco tiempo pata asimilar los conceptos de Aguirre.
Pero lo que se vio sobre el Cuscatlán fue un grupo de escaso fondo físico y de ritmo de juego, que por ello careció de exactitud primero y después de intensidad.Carlos de los Cobos, el técnico mexicano de los salvadoreños, entendió que los verdes no pasan por su mejor momento y decidió llevarse el encuentro con calma. Esperó los primeros minutos en su cancha, los de Aguiire se fueron deshilando solos, desbaratándose de a poco como una estatua de arena a las orillas del mar. Aún así, Andrés Guardado tuvo la primera del partido a los cuatro minutos, pero el arquero Montes recostó a su derecha y atajó el balón.
Después Arce también contó con un chance y decidió bombear en lugar de tirar con fuerza. Entonces a los 11 minutos, la defensa se movió a destiempo, como un grupo de infantes tras un dulce, y Enrique Martínez se topó con balón tras un rechace y anotó el primer tanto del juego.
Lo que vino después fue un grupo mexicano que no terminó de agarrarle el ritmo al juego, el Tri impuso un juego semilento e intrascendente.
Torrado siempre con la energía por delante y Pável que intentó siempre poner un toque fino, pero nulo. Siempre prorizando todos el esfuerzo físico sobre el colectivo.
Del otro lado Zelaya y Martínez le dieron profundidad al cuadro centroamericano, pero también se fueron intrascendentes.
En su campo atacaron poco, cedieron la pelota a México y confiaron en las carencias de este para llevarse el partido. Les funcionó. Así se fue navegando un duelo mediocre y carente de intensidad con El Salvador haciendo su juego con un gol a su favor.
Sólo cuando Cuauhtémoc Blanco ingresó al campo, algo ganó México en calidad e idea y se fue empujando al frente, aún con escasa calidad.
Pero no hubo manera de armar una jugada peligrosa, México marcó su gol tras un empujón a Franco, ciertamente no muy claro tampoco, en el área.
Después Blanco tomó el balón y cobró el penal. Igualó los cartones en un marcador que parecía lo justo para el escaso repertorio de los dos cuadros.
Pero tanta mediocridad se extendió al árbitro, no quiso quedarse fuera de la escena, primero marcó una mano muy rigorista de Oscar Rojas que a un metro del rival mantuvo su movimiento natural del brazo y que no tuvo oportunidad de quitarla.
Pero tanta mediocridad se extendió al árbitro, no quiso quedarse fuera de la escena, primero marcó una mano muy rigorista de Oscar Rojas que a un metro del rival mantuvo su movimiento natural del brazo y que no tuvo oportunidad de quitarla.
Quintanilla anotó el cobro del penal a los 85'. Después Quesada le hizo caso a su abanderado y marcó un fuera de lugar a Guillermo Franco, en una jugada en la que cedió el balón a Blanco y éste se jugó el físico para vencer a Montes.
Nada el esfuerzo del delantero fue nulo.
La claridad, en este juego, los arrestos, la calidad, nunca estuviron del lado de los mexicanos, a decir verdad tampoco de los salvadoreños.
El árbitro puede ser un pretexto para justificar la derrota, el más antiguo y fácil de todos.
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